viernes, 8 de marzo de 2013

8 de Marzo: La hipocresía de la desigualdad de género hecha día


Por Julieta Lutz Díaz, Periodista

Yo no quiero flores ni bombones, tampoco que me feliciten en “mi día” y mucho menos que me manden un texto demagógico sobre lo heroína que es la mujer, en tanto esté encasillada en su rol de la estructura patriarcal. 

En el googleo del “Día de la Mujer” lo primero que salta, por supuesto, es Wikipedia y lo define así: “El Día Internacional de la Mujer Trabajadora o Día Internacional de la Mujer conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona”. 

No quiero tener un día por mi género ni por mi lucha, lo que quiero igualdad. Porque mi lucha es cotidiana y “el día de la mujer” existe desde 1911. Sin embargo, la igualdad con el hombre bien lejana sigue estando, a pesar de los avances históricos como el voto femenino o las Presidentas mujeres, aunque algunos los consideran ya “signos de total igualdad” y son sólo signos de acercamiento a una lejana equidad. 

Lo que quiero es que no prendan fuego a ninguna mujer ni que nos maten a golpes. Porque no somos “propiedad de..”, como tampoco el ser mujeres merece el fascista motivo de matarnos por el solo hecho de ser mujeres. Una investigación del Observatorio de Femicidios en la Argentina, reveló que en el primer semestre de 2012 hubo 119 Femicidios “Vinculados” de mujeres y niñas. Es decir, en tanto esa cifra se mantenga, en Argentina muere una mujer cada 37 horas por Violencia de Género. 

Necesito que se ponga fin a la mercantilización del cuerpo de la mujer, que aporta a las desapariciones, a las muertes y a las explotaciones más terribles que pueden haber. El 98% de la trata de personas con fines sexuales es ocupado por mujeres y niñas. El promedio de duración de cada mujer es de 7 años, después de haberla engañado, explotado y descargado, la siguen persuadiendo con drogas o psicológicamente para que sea funcional al sistema y que se considere que “después de lo que hizo” nunca va a poder hacer otra cosa y nunca va a poder ser querida. 

Los centros de reclutamiento más activos en América Latina y el Caribe para la trata de mujeres, están ubicados en Brasil, Colombia, República Dominicana, Surinam y las Antillas, sumando más recientemente a México, Argentina, Ecuador y Perú. Se estima que anualmente cerca de 100 mil mujeres y adolescentes son conducidas con falsas promesas de empleo y engaños a países como España, Estados Unidos, Holanda, Alemania, Bélgica, Israel, Japón, entre otros países asiáticos. La periodista Lydia Cacho explica en su libro Esclavas del Poder que la trata de personas es el segundo negocio más rentable después del narcotráfico y, a su vez, estos dos negocios van de la mano. Para poder combatirla, lo que hay que entender es que es necesario luchar como sociedad y con políticas de Estado e internacionales contra la pobreza, la pornografía, la propia desigualdad de género y la legitimación de la prostitución. Lograr quorum en que “sin clientes no hay trata”. Cosa, parece, bastante difícil de entender para los hombres que lavándose de culpas acusan a los políticos y la corrupción, como si no fuese multifactorial. Pero, claro está, si no hubiese demanda, no habría oferta o, mejor dicho, la oferta se agotaría. Siendo a través del motus propio o a través de la explotación. En Suecia hay un modelo donde se ve a la prostitución como violenta hacia las mujeres, se considera que se vulneran los derechos humanos, la igualdad de género y se aporta al tráfico de personas. Así el número de hombres comprando sexo bajó un 50% y las mujeres salieron a buscar trabajo en otros lados, logrando el país nórdico el porcentaje más bajo de tráfico de personas de la Unión Europea. 

Quiero que la sociedad entienda que el aborto es una realidad, que legal o clandestino no deja de practicarse, pero que en la clandestinidad sigue matando mujeres y eso es un negocio millonario para unos pocos. Que se sepa, por ejemplo, que en Argentina hay entre 400 y 500 mil abortos clandestinos al año, que a su vez generan cerca de 80 mil ingresos hospitalarios y por los que hay alrededor de 400 muertes anuales. Ni hablar de los hostigamientos y persecuciones psicológicas que sufren las mujeres que se practicaron abortos, por parte de la Iglesia, los adeptos de ella y los conservadores. Al punto tal de que existan médicos que se niegan a atender a mujeres dañadas por intervenciones mal realizadas por la inseguridad propia de la clandestinidad. O jueces que penalicen hasta los casos contemplados en el Código Penal argentino: “Si se ha hecho con el fin de evitar el peligro para la vida o la salud de la madre” (…) “Si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”. Porque, lo que más bronca da es que, como ya se ha dicho muchas veces: “Si los hombres parieran, el aborto sería legal”.

Quiero que el conseguir trabajo no sea más difícil por ser mujer y que el desempleo no me afecte antes, por el hecho que se privilegia el otro sexo. Porque, por ejemplo, el último boletín conjunto de la CEPAL y Organización Internacional del Trabajo (OIT), revela que en América Latina y el Caribe la tasa de desempleo de las mujeres continúa siendo 1,4 veces mayor que la de los hombres, ubicándose las cifras de desempleo femenino en 8,2%, mientras que el masculino llega al 4,4%. U otro ejemplo, del mismo informe, que señala que la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral “llegó al 49,5% y la tasa de ocupación a 45,5%” muy por debajo de los hombres que tienen tasas de 71,3% y 67,3%. Y ni hablar de la informalidad laboral, donde la proporción de mujeres supera el 53,7%, mientras que el 47,8% de los hombres están trabajando informalmente, es decir, con bajas remuneraciones y precariedad laboral. Por último, ya directamente hablando de la explotación, la OIT calcula que el total estimado de personas sometidas a trabajos forzados como consecuencia de la trata de personas, calculado en 2450 millones , el 56% de las víctimas con fines de explotación económica o laboral son mujeres y niñas.

Quiero que no me condicionen respecto a cuánto sé de fútbol, para poder hablar de fútbol. No quiero más sentarme a comer en una mesa en la que después de comer los hombres esperan sentados y las mujeres somos las que tenemos que levantarnos a juntar y lavar. No quiero que me digan que puedo ponerme y mucho menos que tengo que comportarme como “una señorita”. Quiero ser lo que soy, una mujer libre. Ni sumisa, ni devota. Quiero a todas las mujeres libres e iguales a todos los hombres, que sí son libres. 

Entonces, sí existiendo un día en "honor" a la "lucha" por (intentar, no lograr) la igualdad y el propio "desarrollo íntegro como persona", a la mujer le sucede todo eso, sinceramente a ese día no lo quiero. Porque desde 1911 no logra nada, sólo -para esta humilde opinión- aporta al lavaje de culpas. Es, lisa y llanamente, la hipocresía de la desigualdad de género hecha día.

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